Novena a María Auxiliadora

lunes, 17 de septiembre de 2012

Don Gerardo Villalta, 48 años después

Cuarenta y ocho años después de ver cómo se construían cuatro edificios históricos en el colegio Don Bosco de Castilla, don Gerardo Villalta, uno de los miembros del personal de servicio del colegio Salesiano de Piura, se ha sentado bajo la sombra de un fibroso algarrobo para contarme su vida. El sol de Piura es tortuoso hacia las dos de la tarde. Ahora que mira este pampón que es una cancha de fútbol con césped floreciente, don Gerardo me cuenta que alguna vez, más de cuatro décadas atrás, todo esto era un simple retazo de tierra reseca salpicada de maleza y hierbas desérticas. Lo cuenta como si en su memoria viera una fotografía a blanco y negro. Gorrito blanco, pantalón y guayabera azulina y zapatillas, don Gerardo Villalta dice que llegó a trabajar al colegio, una mañana de octubre de 1963, a sus diecisiete años. Veinticuatro meses atrás, por esas casualidades inevitables de la vida, había perdido a su madre, una mujer de buenos modales que le inculcó siempre el respeto hacia las personas. Solo entonces supo que debía salir adelante con lo que tenía: acomodó sus cosas en unos sacos, se subió a un camión, y salió para siempre de la sierra con rumbo a la ciudad de Piura. Era una mañana fría en Sicchez. Seis horas después, Piura y sus primeros edificios de cemento le dieron la bienvenida: “Llegaba por curiosidad, para ver cómo era. Quería empezar a trabajar, fue difícil en un primer momento porque había perdido a mi madre, pero lo salesianos me brindaron ayuda, hasta que uno comprende las cosas”, don Gerardo agacha la mirada. Completó sus estudios hasta primaria en un colegio de adobe. Desde entonces se ha encargado de dejar los ambientes limpios, de sembrar plantas, pero es inevitable no recordar las épocas malas de El Niño. Era 1983, y Piura se ahogaba en una desgracia incontrolable: un puente se cayó; cientos, tal vez miles de casas se derrumbaron; escasearon los productos; hubo incomunicaciones; en el colegio, los algarrobos se desplomaron, “se volvió una laguna todo esto”, recuerda señalando la cancha de enfrente. “Fueron tiempos horribles, ojalá no vuelvan a pasar”. Cuarenta y ocho años después, a pocos días de haber celebrado medio siglo de construcción del Colegio Don Bosco, don Gerardo Villalta se encarga del comedor, de limpiar las aulas, de regar el parque. Lo ha hecho todos estos años con una dedicación increíble. Hace dos, debió jubilarse, pero esta obra salesiana del norte –asegura–le sigue acogiendo con la calidez de los primeros años. “Los salesianos más que todo te educan para que aprendas a educar a tu familia”, dice don Gerardo, que tiene siete hijos. Ahora vuelve a mirar el verdor del césped. Dice: “Tu trabajo debe dar fe de tu esfuerzo”. Entonces sonríe, nos estrechamos la mano, se retira. A esta hora va empezar su segundo turno del día. Entrevista realizada por Luis Paucar Temoche
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