Novena a María Auxiliadora

martes, 5 de octubre de 2010

Peregrinos, dosificados por la fe

Por: Luis Paucar Temoche.

Peregrinos, dosificados por la fe…

Los meses de setiembre y Octubre, pintan siempre a convertirse en los más sonados de la región Piura. Y es que son dos las festividades que alberga este tiempo: La fiesta del Señor Cautivo de Ayabaca y la Virgen de las Mercedes.

Paita y Ayabaca, prácticamente quedan rodeadas de mucha gente venida de casi todo el Perú. Las fiestas son un empalme, interactúan. Empieza desde finales del noveno mes y concluye a principios del décimo, exactamente 24 de setiembre y 12 de octubre.

Pero son quizá, quienes los que marcan y dan misticismo a estas celebraciones, los innumerables peregrinos, que con profunda devoción, vienen desde lugares lejanos; y que son una muestra indiscutible de lo que significa fe…

Pero, ¿Qué se esconde detrás de estos caminantes, y por qué un itinerario largo y sufrido?

Son muchas las respuestas que se podrían dar, pero no una tan concreta como la de una persona que lo vive en carne propia.

Juan Carrasco Quiroga, es miembro de la Hermandad Santo Domingo. Caminó durante 25 días desde la capital hasta el Templo de la Virgen de las Mercedes, y ahora emprenderá otro peregrinaje a Ayabaca, donde se encontrará con el Cristo Moreno.

No importa haber quedado destrozado de sus pies y la pérdida de un dedo a causa de las dolorosas ampollas. Su fe es poderosa y más aun su deseo, de que estas Santas efigies les cumpla su pedido.

Múltiples son las historias razón del por qué viajan. Unos por su cambio de vida, otros por un milagro cumplido, otros para que atiendan a su llamado y así, muchos argumentos más por dar…

Llegar arrastrándose al templo, de rodillas o llorando, son muestra de un recogimiento espiritual que solo él y Dios lo saben. Es por ello, que un peregrino debe tener esa devoción, esa entrega, esa promesa, ese compromiso que lo mueve a caminar y sufrir dolores casi inhumanos.

El caminante, y Jesús con la cruz a cuestas camino al calvario, son una clara interrelación. Jesús, en su infinita misericordia por salvar a la humanidad. Y un peregrino, como un humano que necesita del ser omnipotente para que le cumpla su aclamo…

Cada año se incrementa más el número de estos hombres que tienen esta devoción. Es una costumbre heredada de generación en generación, que se cultiva en forma elemental en los estratos más sufridos y pobres.

Todos los años los peregrinos enrumban a Paita para cumplir con la promesa ante las imágenes, y llama mucho la atención la gran cantidad de mujeres, muchachos y adolescentes, que se suman a esta romería.

Por los flancos del camino, se les ve vestidos humildemente, algunos descalzos con una banda de tela atravesada, donde llevan escritos sus nombres completos. Es la fe que los impulsa caminar largas distancias, hasta llegar a satisfacer su anhelo.

Es difícil pensar la cantidad de peregrinos que van a Paita y a la pintoresca Ayabaca, pero evidentemente cada año aumenta el número de devotos que solos o en grupos familiares, adultos, jóvenes y niños van para cumplir su promesa.

Después de caminar varios días según el lugar de donde vengan, llegan a su destino, sucios, quizás, con huellas del camino, pero dinámicos y fervorosos.

Los peregrinos están poseídos de una fe profunda y pura, buscan a Dios cuando no han sabido encontrar el consuelo entre los hombres…

Como dice el Salmo 66: “Llegaré hasta tu casa con holocaustos, y te cumpliré mis votos, que en mi angustia, mis labios pronunciaron y ratificó mi boca”. Un hombre sin fe, es un hombre errante, que vive la vida, sin saberla vivir…

No hay comentarios:

Publicar un comentario