Novena a María Auxiliadora

viernes, 8 de abril de 2011

HISTORIA “EXTRAORDINARIA” OCURRIDA EN 1849

HISTORIA “EXTRAORDINARIA” OCURRIDA EN 1849
QUE DEMUESTRA:
LA AMOROSA INTERCESION Y PROTECCION DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA,
DE LA IMPORTANCIA DE HACER UNA BUENA CONFESIÓN
Y LO SANTO QUE FUE NUESTRO DON BOSCO:
Un muchacho, de unos quince años, llamado Carlos, que frecuentaba el Oratorio de San Francisco de Sales, cayó gravemente enfermo en 1849 y, en poco tiempo, se encontró a las puertas de la muerte. Vivía en una fonda, pues era hijo del fondista. Al verle el médico en peligro, aconsejó a sus padres que lo invitaran a confesarse y éstos, muy afligidos, preguntaron a su hijo qué sacerdote quería que se llamara. El mostró gran deseo de que fueran a llamar a su confesor ordinario, que era don Bosco. Fueron enseguida; pero, con gran pesar, respondiéronles que estaba fuera de Turín.
El muchacho mostraba una gran pesadumbre, por lo que se llamó al vicepárroco, que acudió enseguida. Día y medio más tarde moría el muchacho, insistiendo en que quería hablar con don Bosco.
Apenas estuvo de vuelta Don Bosco, le dijeron que habían ido varias veces en su busca, de parte del joven Carlos, muy conocido suyo, que se encontraba en peligro de muerte y había preguntado por él con insistencia. Se apresuró a visitarlo, por si quisiera la suerte -dijo él- que aún llegase a tiempo. Al llegar allí, encontrose primero con un camarero a quien pidió enseguida noticias del enfermo:
-Llega demasiado tarde, respondió ¡Hace medio día que ha muerto!
Entonces don Bosco exclamó sonriendo:
-¡Quita allá! ¡Duerme y creéis que ha muerto!
El criado le miró sorprendido. Pero don Bosco, como en broma, añadió:
-»Quiere apostarse un vaso de vino a que no está muerto?
En aquel instante, los demás de la casa, que habían llegado a estas palabras, rompieron en llanto diciendo que, desgraciadamente, Carlos había muerto. Don Bosco dijo:
-»Debo creerlo?; permitidme que vaya yo a verlo.
Y le acompañaron a la sala mortuoria, donde estaban la madre y una tía rezando junto al difunto. El cadáver, ya amortajado, estaba, como entonces se usaba, envuelto y cosido en una sábana y cubierto con un velo. Junto a la cama ardía un cirio.
Se acercó don Bosco. Y pensaba: «¡Quién sabe si habrá hecho bien su última confesión! »Quién sabe la suerte que habrá tocado a su alma?». Dirigiéndose al que le había acompañado, le dijo:
-Retírense, déjenme solo.
Hizo una breve y fervorosa oración. Bendijo y llamó dos veces al joven, con tono imperativo:
-¡Carlos, Carlos, levántate!.
A aquella voz, el muerto empezó a moverse. Don Bosco escondió enseguida la luz, y de un tirón descosió con ambas manos la sábana, para que el muchacho pudiera moverse y le descubrió el rostro.
El, como si despertara de un profundo sueño, abre los ojos, mira en torno, se incorpora un poco y dice:
-¡OH!, »por qué me encuentro así?
Después se vuelve, fija su mirada en don Bosco y, apenas lo reconoce, exclama:
-¡Oh, Don Bosco! ¡Si usted supiera! ¡Cuánto le he esperado: le buscaba precisamente a usted..., le necesito mucho. Es Dios quien lo ha mandado... ¡Qué bien ha hecho viniendo a despertarme!
Y don Bosco le respondió:
-Dime todo lo que quieras; estoy aquí para ti.
Y el jovencito prosiguió:
-¡Ah, don Bosco! Yo debería estar en el lugar de perdición. La última vez que me confesé no me atreví a manifestar un pecado cometido hace algunas semanas... Fue un mal compañero que con sus conversaciones... He tenido un sueño que me ha espantado mucho. Soñé que me encontraba al borde de un inmenso horno de cal y que huía de muchos demonios que me perseguían y querían prenderme: ya estaban para abalanzarse sobre mí y echarme en aquel fuego, cuando una señora se interpuso entre mí y aquellas horribles fieras, diciendo: ¡Esperad; aún no está juzgado! Después de un momento de angustia, oí su voz que me llamaba y me he despertado; ahora deseo confesarme.
Entre tanto la madre, espantada ante aquel espectáculo y fuera de sí, a una señal de don Bosco salió con la tía de la habitación y fue a llamar a la familia. El pobre muchacho, animado a no tener miedo de aquellos monstruos, comenzó enseguida su confesión con señales de verdadero arrepentimiento, y mientras don Bosco le absolvía, volvía a entrar la madre con los demás de casa, que de este modo pudieron ser testigos del hecho. El hijo, volviéndose a su madre, le dijo:
-¡Don Bosco y la Virgen me han salvado del infierno!.
Y así estuvo casi dos horas, dueño absoluto de su mente. Durante todo aquel tiempo, aunque se movía, hablaba y miraba, su cuerpo permaneció siempre frío, como antes de despertar. Entre otras cosas, repitió a don Bosco se le recomiende mucho, y siempre, a los muchachos la sinceridad en la confesión.
Don Bosco por fin le dijo:
-Ahora estás en gracia de Dios: tienes el cielo abierto. »Quieres ir allá arriba o quedarte aquí con nosotros?
-¡Quiero ir al cielo, respondió el muchacho!.
-Entonces, ¡hasta volver a vernos en el paraíso!
El muchacho dejó caer la cabeza sobre la almohada, cerró los ojos, quedó inmóvil y se durmió en el Señor.
“ESTE EXTRAORDINARIO MILAGRO DE DON BOSCO CON LA INTERCESION DE LA VIRGEN NOS INVITE A PREPARARNOS EN ESTE TIEMPO DE CUARESMA A UNA VERDADERA CONVERSIÓN, ¿EL MEDIO?: "UNA BUENA CONFESIÓN"...RECEMOS UN AVE MARÍA POR EL ALMA DE NUESTRO HERMANO PERCY Y POR SUS FAMILIARES”
Un Abrazo
Jorge Bravo
Salesiano Cooperador

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