Novena a María Auxiliadora

viernes, 20 de mayo de 2011

Resumen de la Homilía del P. José Antonio Pachas SDB

Resumen de la Homilía del P. José Antonio Pachas SDB

Quinto día de la Novena

“Bienaventurados los misericordioso porque ellos alcanzarán misericordia”,

Hemos emprendido junto con Jesús y María, durante estos días de la Novena una gran aventura; estamos siguiendo un camino de ascenso en nuestra vida cristiana a través del monte espiritual de las bienaventuranzas. Ese ascenso lo estamos realizando de manera progresiva, grada por grada; no podemos detenernos en este camino y nunca debemos retroceder. Jesús nos invita a subir y subir bien arriba; cuanto más alto subamos, más felices y más perfectos seremos. Nos acercaremos más a Dios, conforme subamos; nos iremos perfeccionando y este camino de ascenso en realidad no termina nunca porque la perfección no tiene límites. El límite de la perfección consiste en no tener límites. Esta noche Jesús nos invita a seguir subiendo una quinta grada, en este camino de ascenso; debemos abrir bien los oídos para escuchar lo que Jesús nos dice esta noche y debemos pedir la gracia de Dios para hacer lo que Jesús nos dice, tal como María nos enseñaba.

Desde lo alto de la montaña Jesús nos: “Bienaventurados los misericordioso porque ellos alcanzarán misericordia”, el premio que Jesús nos promete es alcanzar la misericordia y la condición que nos pone: “Ser misericordioso”; algo curioso sucede en esta bienaventuranza, porque es la única donde el premio coincide con la condición. Se trata de ser misericordioso, para alcanzar misericordia. Jesús nos está diciendo que la virtud que más nos hace parecernos a Él; es la virtud de la misericordia. Nunca el hombre se parece tanto a Dios como cuando es misericordioso con sus propios hermanos. Si hay algo que realmente nos hace asemejarnos a Dios ese algo, es la misericordia cuando la ponemos en práctica. Pero no nos dejemos confundir, no nos engañemos porque no siempre somos misericordioso, muchas veces en nuestra vida y en nuestro corazón surge solamente un sentimiento de lástima, frente al hermano que sufre; pero la lástima no es lo mismo que la misericordia. Es como él circulo que se parece a la esfera aparentemente, pero en la realidad es muy diferente. Así también la lástima aparentemente se parece a la misericordia pero es muy diferente. La lástima es un simple sentimiento de pena frente al hermano que sufre. Siento pena, pero me quedo con los brazos cruzados, no hago nada para ayudarlo. La lástima es estéril no produce frutos, no les sirve de nada al hermano que sufre, el no pide lástima, pide misericordia, que es algo muy diferente y entonces nos preguntamos ¿Qué es la misericordia y porque es diferente de la lástima la misericordia? La misericordia es algo mucho más profundo, mucho más noble, mucho más radical, tener misericordia frente al hermano que sufre; significa solidarizarse con el sufrimiento de mi hermano, compartir, tomar parte de su sufrimiento, significa que frente al hermano que sufre yo no me quedo con los brazos cruzados; todo lo contrario le doy mi mano y lo ayudo. Eso es tener misericordia; tener misericordia frente al hermano equivocado, frente al hermano que cometió un error; frente al hermano que peca, que no significa, hacer leña del árbol caído, como tantas veces hacemos con nuestras críticas o con nuestros chismes o con nuestras calumnias, frente al hermano que se equivocó. Tener misericordia significa, no justificar su pecado, pero si, comprenderlo; comprender que errar es humano y significa darle una mano, ayudarle para salir del hoyo en se encuentra; significa darle una nueva oportunidad para que siga creciendo. Tener misericordia frente al hermano que me ha ofendido significa perdonarle de corazón, de tal manera que mi hermano pueda resurgir.

Muchas veces, nos quedamos en la lástima pero no llegamos a la misericordia; nunca nos parecemos tanto a Dios, como cuando somos misericordiosos con nuestros hermanos. Cuando pecamos caemos en una triste situación, solamente encontramos pobreza, encontramos soledad, encontramos vacío existencial; cuando pecamos nos hacemos esclavos del mismo pecado y nos hacemos esclavos de la muerte y encontramos la infelicidad.

Las páginas del Evangelio están llenas de ejemplos, donde Jesús con sus palabras, con sus acciones, con sus gestos se muestra lleno de misericordia hacia nosotros. Como nos lo dice el evangelista: Jesús contempló a la multitud; la gente estaba agobiada, estaba cansada, Jesús al mirar a esa gente, no sintió lástima, sintió compasión; porque vio que esa gente estaba extraviada, como ovejas que no tenían pastor y la compasión le llevó, a no quedarse con los brazos cruzados, hizo algo por esa gente, y se puso a enseñarles.

Un día Jesús se encontró con un leproso; la lepra, era una enfermedad terrible; la carne se caía a pedazos. El leproso veía como poco a poco, su cuerpo se iba mutilando, como si fuera un muerto viviente. En ese tiempo la lepra era una enfermedad muy común y muy contagiosa; pero más triste era la actitud de la sociedad. El leproso moría desde el punto de vista religioso porque lo consideraban un impuro, un pecador; la lepra era consecuencia de su pecado pensaban; el leproso moría económicamente, porque no podía valerse por sí mismo, no podía trabajar dependía de la caridad de los demás; el leproso moría socialmente, porque lo condenaban a dejar su familia, alejarse de su pueblo, a vivir en el desierto y le colocaban una campaña en el cuello para que no se le acercaran y por último el leproso terminaba encontrando la muerte física. Al encontrarse el leproso con Jesús le dijo: si tú quieres puedes limpiarme. Jesús no sintió asco por él, Jesús no tuvo miedo de contagiarse, todo lo contrario lo tocó, aún cuando el tocarlo significaba quedar impuro. Lo tocó con cariño, lo miró con ojos de compasión y no con lástima: Al quedar limpio el leproso volvió con su familia, se reintegró a la sociedad, seguramente encontró un trabajo, su vida cambió radicalmente porque Jesús lo amó con un amor de misericordia.

Pedro tenía muchos nobles rasgos, pero era también impulsivo, un tanto arrebatado; quería mucho Jesús y sin embargo en el momento de la prueba Pedro, fue débil y le falló, lo negó, lo traiciono, tal como el Jesús lo había dicho. Pedro en aquel momento, seguramente sintió ser el hombre más infeliz del mundo, había traicionado aquel a quien más quería. Dice el evangelista que mientras Jesús era procesado iba de un lugar a otro y la multitud le seguía, Pedro también seguía a Jesús y por un momento los dos se cruzaron y se miraron cara a cara. ¿Qué vio Pedro en la mirada de Jesús?, él pensaría que Jesús lo miraría con cólera, con desprecio con desazón y no fue así. Jesús lo miró con cariño, Jesús lo miro con compasión; la habría dicho: “Pedro, me fallaste, pero no te preocupes, yo te sigo queriendo”. Pedro, no pudo resistir esa mirada y salió corriendo arrepentido a llorar, porque aquel a quien tanto quería, lo miro con ojos diferentes, lo miro con compasión. Diferente fue el destino de Judas que había sido amigo de Jesús; lo traicionó, lo vendió por dinero, también Judas se dio cuenta de su pecado; se sintió el hombre más infeliz del mundo también Judas hubiera querido cambiar su suerte, cambiar su destino, pero él a diferencia de Pedro, nos se encontró con Jesús, no tuvo la gracia de encontrarse con ésa mirada cariñosa. Judas no se arrepintió, se desesperó y corriendo se ahorcó.

Cuentan que la Madre Teresa de Calcuta, cierta vez fue entrevistada por una periodista. Madre Teresa respondía con mucha sinceridad a cada una de las preguntas. Esta periodista le hizo esta pregunta; le dijo: madre Teresa cuando usted lava las heridas de un leproso, nos siente asco; yo no lo haría ni por un millón de dólares y la madre Teresa de Calcuta, mirándola con esos ojos santos que tenía, respondió que tampoco lo haría ella por dinero porque es mi hermano leproso y siento compasión.

Que diferente sería nuestra vida queridos hermanos, si comprendiéramos que mi hermana o mi hermana está esperando de mi un gesto misericordioso, si solamente comprendiéramos que en el corazón de cada uno de nosotros de una manera misteriosa habita el mismo Jesús.

San Juan miró a los jóvenes de su época con ojos de compasión, contemplaba a diario, como muchos jóvenes llegaban a la ciudad a trabajar en las fábricas a forjarse un futuro mejor y contemplaba, como esos jóvenes andaban descarriados, la mayoría de ellos eran explotados en la ciudad, muchos caían víctimas de las drogas, el alcohol y él pensaba; los jóvenes no son malos, ningún jóvenes es malo; más aún siendo un joven sacerdote visitaba las cárceles de Turín y tenía tal afinidad con los jóvenes que se hacía amigo de los jóvenes que estaban en prisión, de esos jóvenes mal vestidos, sucios, mal hablados y cuentan que se hizo muy amigo de uno de ellos, llegó a tenerle mucho cariño; pero un día se le resquebrajo al corazón, cuando ese jovencito a quien tanto quería murió en la horca víctimas de sus pecados, de sus fechorías. Don Bosco pensó: “ningún jóvenes es malo. Es como aquel cuento donde la niña le dice a su madre; cuéntame otra es el cuento del lobo malo y la madre le responde: no hay lobos malos, hay lobos que han equivocado el camino; lo mismo decía don Bosco de los jóvenes: “no hay jóvenes malos, hay jóvenes que han equivocado el camino”, solo necesitan de una mano amiga, una mano misericordiosa, que les guíe, que les muestre el camino correcto, esos jóvenes no terminarían así. Yo quiero ser, esa mano, se dijo don Bosco para asimismo; hasta mi último aliento será para mis queridos jóvenes y así fue; por sus jóvenes lo dio todo, lo entregó todo.

Aquella noche del 31 de enero del año 1888, cuando don Bosco estaba en su lecho de dolor, el médico que lo atendía dijo a los Salesianos: “no muere de enfermedad, muere de cansancio, lo ha entregado todo por sus queridos jóvenes. Si hoy existe la congregación Salesiana, que tanto queremos, es porque un día un hombre miró a los jóvenes, con ojos de compasión y no solamente con ojos de lástima.

La Virgen María, cuya Novena estamos celebrando, nos ama con amor de misericordia; también ella nos da hermosos ejemplos de misericordia. Apenas había recibido el anuncio del Ángel de que sería la madre de su Señor, la Virgen, no se llenó de soberbia, no se ufanó, no se creyó más que todas las demás mujeres; todo lo contrario, sabiendo que su prima Isabel, estaba esperando un hijo sintió la suprema necesita de ayudarla, fue aprisa a la montaña donde vivía y se puso a su servicio y se quedó meses con ella atendiéndola misericordiosamente.

Hemos visto en el Evangelio la desazón para eso recién casados, cuando se acabó el vino, si se acababa el vino se terminaba la fiesta; que pena para ellos, qué vergüenza para ellos, pero Dios es tan grande que permitió que en aquella fiesta hubiera una mujer misericordiosa como María, quien sintió compasión de ellos, fue donde su hijo y se hizo el milagro de la conversión.

María fue una mujer misericordiosa, ojalá también nosotros en nuestra vida, de cada día, por gracia de Dios y de nuestra Madre del Cielo aprendamos a mirar con los ojos de misericordia y así cuando el hermano necesite de ayuda, le miremos con misericordia, para que siga creciendo y así también, cuando nosotros nos encontremos en grave necesidad, que sean otros también, los que nos miren con ojos de misericordia. Nunca se parece tanto el hombre a Dios, como cuando es misericordioso con su prójimo. Que sea la gracia de Dios quien nos ayude a poner en práctica la misericordia.

Francisco Rosas Castillo

Salesiano Cooperador

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