Novena a María Auxiliadora

domingo, 22 de mayo de 2011

Día 8º de la Novena “María y los perseguidos por Cristo”

Día 8º de la Novena “María y los perseguidos por Cristo”

En el estadio los corredores compiten por vencer, pero aunque no salgan triunfadores, poco antes de llegar a la meta hacen el último empuje. Más importante que llegar primeros o últimos es llegar y llegar con dignidad.

Dice San Pablo que en el estadio los corredores compiten por una corona que se marchita, pero nosotros debemos correr por una que no se marchita. Escuchamos hoy la última invitación de Jesús, que desde lo alto de la montaña nos grita: "Bienaventurados los que son perseguidos por causa mía, porque de ellos es el reino de los cielos". Falta poco para llegar a la cima, Jesús nos está invitando a no desanimarnos, pues es tan fácil desanimarse ante las dificultades y persecuciones.

Llama la atención que en esta grada el premio prometido es el mismo de la primera bienaventuranza: el Reino de los cielos. Sucede que Jesús es el Reino que ha llegado hasta nosotros, es decir, el premio y Ia corona de gloria que no se marchita, reservada sólo para los vencedores, es Jesús y nadie más. El Reino de Dios nos es un sueño, sino una realidad y ha llegado ya hasta nosotros con la venida del Hijo de Dios al mundo, sin embargo, este Reino no ha sido aún consumado. Todos nosotros, acogiendo este Reino como don de Dios, hemos también de ser constructores del mismo, cada quien desde su propia condición. No podemos ser indiferentes, no podemos quedarnos "mirando al cielo y con los brazos cruzados" como los apóstoles en el día de la ascensión del Señor. Jesús no es un recuerdo, es acción, es compromiso, es tarea por realizar. Y la condición ahora para acoger este Reino es ser perseguido por causa suya.

Alguna vez dijo Jesús a sus discípulos: "lo que hagan conmigo también lo harán con ustedes". Y ocurre que Jesús fue perseguido por su proyecto de vida, por sus valores, por su testimonio del Padre. Esta fidelidad trajo consigo persecución y ésta a su vez le condujo a su muerte. Aún hoy el Señor continúa siendo perseguido por todos aquellos que ven en Dios un enemigo del hombre. Si esto ha sucedido con el Señor ¿qué nos espera a nosotros? A menudo queremos un Cristo fácil, un Cristo que no sea exigente y que no nos complique la vida con nadie, un Cristo hecho a nuestra medida, pero pretender esto es traicionar el mensaje de Jesús.

Muchos niños inocentes murieron por Cristo, aún sin saberlo, durante la persecución de Herodes. Desde los primeros tiempos lo cristianos fueron perseguidos por el simple hecho de ser cristianos: les quitaban sus bienes y les hacían morir cruelmente en el circo o en las hogueras. Son incontables los testimonios de cristianos que derramaron su sangre por Cristo y murieron felices en medio del tormento. La iglesia siempre ha considerado el martirio cruento como un don tan grande que nos abre inmediatamente las puertas del cielo. La vida religiosa, en el siglo lV, nació como una forma de martirio incruento, uno manera lenta y progresiva de ofrecer la propia vida por Cristo.

Quizás hoy no tengamos la gracia de derramar nuestra sangre en nombre de Jesús, pero existen innumerables formas de persecución en su nombre: Los que quieren hacer el bien, los que buscan ser honestos, justos y verdaderos, de continuo sufren las burlas de los demás; los que quieren seguir a Cristo en la vida sacerdotal y religiosa a veces sufren la incomprensión de sus padres (Don Bosco vio morir a un niño cuya madre se avergonzaba de que algún día llegara a ser sacerdote); los que sueñan con grandes ideales en nombre de Cristo no siempre son acogidos bien por los otros (al mismo Don Bosco quisieron internarlo en un manicomio porque hubo quienes pensaron que estaba loco).

Pero ocurre también esta situación. Quien quiere ser buen cristiano de continuo se ve perseguido por un conjunto de antivalores, de placeres desenfrenados y pasiones, que Ie proponen caminos diferentes al camino der señor. En este caso es valiente quien sabe huir, y feliz aquel que se sienta perseguido por estas cosas, pues si es perseguido significa que él no forma parte cie esta realidad.

Nuestra Madre María no estuvo exenta de sufrir la persecución por Cristo; apenas nacido su hijo tuvo que huir con Él hacia Egipto porque Herodes quería matar al niño. Por su fidelidad, porque nunca se apartó de su Hijo a pesar de las incomprensiones y persecuciones, Ella ha recibido como nadie el premio del Reino.

Acojamos una vez más esta invitación de Jesús y sintámonos felices de ser perseguidos en nombre suyo. EI premio prometido es Él mismo, cual corona inmarchitable de ros vencedores en el combate de la vida.

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