Novena a María Auxiliadora

jueves, 19 de mayo de 2011

Resumen de la Homilía - Cuarto día de la Novena

Resumen de la Homilía - Cuarto día de la Novena

MARÍA Y EL HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

¿Quien en su vida no ha tenido alguna vez hambre y sed? Todos alguna vez hemos tenido sed por el calor y hambre. No son sensaciones gratas, son situaciones que incomodan. Hay una hambre y sed, que podemos llamar bienaventuranzas, que nos otorga algo que Dios quiere para nosotros, para descubrirlo hemos de estar muy atentos a la palabra de Jesús, no sólo para escucharlo sino sobre todo para ponerlo en obra.

Escuchemos lo que Jesús nos quiere decir, hablándonos al corazón esta noche. El Señor desde lo alto de la montaña vuelve a levantar la voz, para invitarnos a subir una cuarta grata en este camino espiritual de ascenso por el monte de las bienaventuranzas.

Esta noche nos dice: “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”. El premio que Jesús nos promete es la saciedad y la condición que nos pone es tener hambre y sed. ¿A qué hambre se refiere Jesús?

Un día Jesús había hablado a la muchedumbre; eran más de 5000 personas. La gente lo había escuchado con cariño; había soportado el polvo, la arena, el sol inclemente. Cuando Jesús se dio cuenta que esa gente estaba hambrienta y sedienta, no teniendo un lugar donde comprar alimentos, le presentaron unos panes y unos peces, que un niño le trajo a regalar y Jesús multiplicó los panes y los peces y los repartieron. El evangelista nos dice, que todos comieron hasta saciarse y hasta pudieron recoger las sobras en 12 canastos; porque Dios es así, Dios nos sacia y cuando Dios da, da en abundancia; Dios no es mezquino, Dios no es medido, Dios nos da a manos llenas.

Un día en el desierto Jesús tuvo hambre; había pasado 40 días ayunando, haciendo oración, preparándose para iniciar su vida pública y sintió hambre. Sataná quiso tentarlo, pero la respuesta de Jesús fue tajante: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Otro día estando junto al pozo, había estado hablando con la samaritana; hacía mucho calor; sus discípulos le compraron alimentos; pero la respuesta de Jesús fue: “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”

La justicia de Dios consiste, en que es siempre fiel a sus promesas; nunca falla y todo lo que Dios ha prometido cumple. Felices los que tienen hambre y sed de su propia salvación. Nos corresponde acogerlo gratuitamente, por que Dios nos ama. Ojalá tengamos siempre hambre y sed de Dios, ya que solamente Dios puede saciar esa sed.

La madre Teresa de Calcuta, se encontraba en México y en una esquina de un barranco encontró a una mujer que buscaba cosas para llevar a su casa, conmovida, la madre Teresa le dijo que iba a reunirse con el presidente de la república y le preguntó que querría, que ella le dijera al presidente y la mujer contestó: “Dígale que tenemos hambre de Dios”. Algo parecido pasó con el Papa Juan Pablo II, en 1985, en Villa El Salvador. Los pobladores le dijeron al Papa que tenían hambre de Dios.

Todos queremos ser felices. Dios ha puesto ese deseo en el corazón de cada uno de nosotros, no es ningún pecado; es una cosa noble y santa. Dios nos ha hecho para que seamos felices, pero a veces sucede que queremos saciar ese deseo buscando la felicidad donde no la encontramos; en las cosas materiales que envejecen junto con nosotros; es verdad que nos brindan momento de felicidad, pero nunca nos dan la felicidad total que reclama nuestro corazón.

El placer es lo opuesto a la virtud, mientras la virtud nos hace caminar hacia arriba, el placer hace todo lo contrario.

Leonardo da Vinci, tardó muchos años en pintar uno de sus famosos cuadros. Él había pintado a todos los apóstoles, menos a Judas. Una vez encontró a un joven cuyo rostro reflejaba, dulzura angelical y bondad y lo contrató, y con su rostro pintó el rostro de Jesús. Pasaron muchos años y encontró a un hombre envejecido cuyo rostro desfigurado reflejaba el pecado, lo contrató y con él, pintó el rostro de Judas. El hombre le dijo, ¿no se acuerda de mi?; hace muchos años usted me contrató y con mí rostro, pinto el rostro de Cristo. El hombre le contó que se había dejado llevar por una vida desordenada, una vida de vicios y de placer, una vida de pecado. Esto es lo que hace con nosotros la vida de pecado, nuestra vida termina estrellándose contra el suelo. Queremos ser felices y terminamos alejándonos más de Dios. Sólo en Dios encontramos la verdadera felicidad.

Don Bosco quiso hacerles un regalo a sus chicos, les pidió que escribiera aquello que mas deseaban. Don Bosco pasó muchas horas leyendo los pedidos, de pronto encontró el pedido de un joven que le decía: “ayúdeme, tengo hambre y sed de alcanzar la santidad”. Se trataba de Domingo Savio, él había descubierto que su felicidad era estar cerca de Dios. Hoy lo veneramos como uno de los santos más jóvenes de la Iglesia.

Jesús tuvo hambre y sed de nuestra salvación. Todo lo que el Señor enseñó fue para nuestra salvación, todo los prodigios que hizo fue para nuestra salvación. Si realizó signos maravillosos, los hizo por nosotros para que creamos, para nuestra salvación; que si derramó su sangre, lo hizo por nosotros, para nuestra salvación. Siempre y en todo momento no tuvo hambre de otra cosa que no fuera nuestra propia salvación; porque esa es la voluntad de su Padre, que todos nosotros algún día nos encontremos reunidos en la casa paterna para una vida que no tendrá fin; una vida donde todo será felicidad:

En la Cruz el buen ladrón, aquel hombre que toda su vida había estado en el camino del mal, en el momento inminente de la muerte hizo su último robo, en presencia de Jesús sintió hambre y sed de su propia salvación. “Señor acuérdate de mi cuando estés en tu reino y Jesús, que es tan bueno con nosotros, que no mira nuestros pecados, sino que mira nuestros buenos deseos, le respondió con mucho cariño: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ojalá queridos hermanos que cuando llega el momento de nuestra muerte podamos oír resonar en lo más íntimo de nuestro corazón, las palabras de Jesús: hoy mismo estrás conmigo en el paraíso; por qué en tu vida tuviste hambre y sed de salvación.

La virgen María, nos da ejemplo, ella que siempre estuvo unida su hijo, que nunca lo abandonó; siempre en su vida tuvo hambre y sed de Jesús, nunca se separó de Él. Qué hermoso es el episodio de las bodas de Caná. En aquella fiesta, mientras la gente estaba preocupada por bailar, por comer, por beber, por pásala bien; María, en cambio, estaba preocupada; porque andaba mirando en que podía ayudar, en que podía servir y atenta a eso, descubrió que se les terminó vino; que esos novios pasarían un mal momento y humilde fue a rogar a su hijo la realización de un prodigio que les hablara de Dios y sabemos que esa agua, Jesús la convirtió en vino, porque hubo una mujer que tuvo hambre y sed de hacer el bien. Ojalá que este ejemplo anide también en nuestro corazón y que nuestra vida movidos por el ejemplo del María y por la gracia de Dios también nosotros tengamos siempre hambre y sed de hacer el bien a los demás y tengamos hambre y sed de acoger esta invitación del Señor de subir con Él, esta cuarta grada de nuestro camino espiritual y que despierte en nuestro corazón esa hambre y esa sed de Dios y que sea el mismo quien vaya colmando ese deseo tan grato que debe nacer en el corazón de cada uno de los queridos hermanos. Que el Señor nos siga llenando de bendiciones.

Francisco Rosas Castillo

Salesiano Cooperador

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